EL INFORME
…la producción decreció en un 80%. Sin embargo, este decrecimiento es menor que el del año anterior, que fue de un 87. (Mejor pongo que crecimos un 7% en relación con el año anterior) Con los mismos trabajadores, la productividad creció en un 35% y el salario medio en un 60%; se redujeron los accidentes en un 38%, con 25 pérdidas fatales menos (no digo así cuántos fueron los muertos)… Logramos un índice de calidad superior al plan y hubo un aumento sustancial en nuestra producción de segunda… El monto de nuestra producción en valores (gracias a que vendimos todo al precio de primera) fue igual a la del pasado año, con lo cual hemos detenido el decrecimiento. De esta forma, hemos sobre-cumplido en sus principales indicadores, el plan técnico-económico. Y nuestra Empresa fue de las pocas en todo el país….
Después de una noche de desvelo, al fin tenía redactado en lo fundamental, el dichoso informe. ¡El próximo viernes, podría presentarlo! Guardó la calculadora, y echó una última ojeada a lo escrito. Solo entonces, pudo acostarse a dormir satisfecho.
PALABRAS
Hace ya algún tiempo, Manolito Larrañaga, que quería ser escritor, me hizo este cuento. Es de él. Yo sólo lo almacené en la memoria y lo vestí con mis palabras:
“Él era diferente, no se parecía a nadie y un día llegó al país de los colores.
-¡Jumh, qué tipo más raro! –gruñó Azul al verle. Rojo se le acercó escandalizado y preguntó:
-¿Es de tu familia, Amarillo? –¡Ni por asomo! –protestó éste, -¡averigua si es de Verde!
-¡No ofendas a los míos! Ése jamás podría ser un Verde. –Respondió con furia el aludido.
Entonces todos le cayeron encima y, por ser distinto, lo borraron.”
Hoy Manolito vino a verme. Es Director de una gran empresa y me contó que había tenido que despedir a un viejo trabajador de la misma. -¡Imagínate!… ¡Después de tanto tiempo confiando en él, resultó que el tipo era homosexual!
Yo no le dije nada. Me limité a entregarle su cuento vestido de palabras.
LOS EVANGELIOS CUBANOS SEGÚN JUAN Y PEDRO
Para mi “ambia, El Loren”.
Juan había disfrutado de una beca en los antiguos países socialistas, pero eso fue hace mucho tiempo. Allá gozó de lo lindo con cada rubia… De lo que fue a estudiar aprendió muy poco y a su regreso cuando lo emplearon fracasó por incapacidad. Entonces entró a trabajar en el comercio como dependiente. A soportar a la gente que venía a comprar cuando él estaba de lo más entretenido sin hacer nada. Era tremendo aquello y tenía que pelear con ellos, mandarlos a esperarse y si no, que fueran a quejarse “arriba”. Eso le exacerbó un permanente mal humor. El sueldo era poco, pero resolvía entre las onzas despachadas de menos y los “bisnes de sobrantes y faltantes”. También con los carreros, con los que iba “al serrucho” en las mercancías de más que le dejaban. En su casa no faltaba “la jama” y en los bolsillos siempre tenía un “tongón de baros”. Los “chamas” estaban en el Círculo y en la Escuela que no le costaban nada. Y si se enfermaban, ahí estaba el hospital, con médicos y medicinas, todo de “gratiñán”, como Dios manda. Por todo ello, aparte de gusanear y decirle a los que protestaban que fueran a quejarse a Fidel, en la calle y en la Plaza era el primero en gritar ¡SOCIALISMO O MUERTE, “ASERE”!
Pedro se levantó. No había agua y total para qué. Tampoco tenía café para colar, ni jabón para lavarse la cara. El pan no había llegado al puesto de venta ayer, así que, con el estómago vacío y los ojos legañosos salió a buscar su guagua. Esta demoró y por llegar tarde, fue reprendido con severidad por el Jefe que estaba en ese mismo momento parqueando su Lada a la entrada de la fábrica.
La jornada fue ardua. No había materia prima y había que inventarla, fabricar con lo que hubiera y a las máquinas estarles siempre con el invento para que funcionaran. Al fin, ya tarde, regresó a su casa. Llegó cuando ya era de noche pues el transporte estaba peor que por la mañana. Se dispuso al fin a descansar y de pronto todo quedó en tinieblas. ¡Había apagón! Entonces, con los puños crispados, salió a la calle y gritó bien cabrón:
-¡Patria o Muerte!
ENFERMEDAD PROFESIONAL
Sólo miraba arriba y abajo alternativamente. Hacia lo alto, temeroso de que el techo le cayera encima y lo pulverizara. Para abajo, alerta, en procura de que no le serrucharan el piso. Y como únicamente estos dos puntos acaparaban su atención, era incapaz de ver lo que le rodeaba. Así terminó con una tortícolis severa, Olegario, el Funcionario